José Ingenieros, una figura descollante en el terreno de la psiquiatría, filosofía y sociología argentina, fue quien escribió el prólogo de la 3ª edición del libro Las Neurosis de los hombres célebres en la historia argentina (1932). El autor del mismo, José María Ramos Mejía, se lo había dedicado a la memoria de su abuelo, Francisco Ramos Mejía, un mítico defensor de los derechos de los pueblos originarios que habitaban el centro de la provincia de Buenos Aires en los albores de nuestra independencia. Haberse ganado el respeto y el cariño de los aborígenes, con quienes convivió en sus propios territorios, lo puso en duros aprietos ya que sería arrestado y confinado a un histórico paraje a principios de la década del veinte cuando criticó con vehemencia el rompimiento de un acuerdo por parte de las autoridades.
En cuanto a Ingenieros, quien creía que sin un horizonte común no podía construirse una nación, inicia su escrito agradeciéndole al destino la gran posibilidad que le brindó de haber conocido a Ramos y departir con él, “un hado venturoso me dio por amigo, consejero y maestro”. Comenta en aquellas páginas que a su querido mentor, hasta sus últimos años de vida, gustaba caminar por la calle Florida, entrando y saliendo de las librerías. Asimismo dice que Ramos Mejía era un conversador interesante y llevó a la cátedra universitaria esa cualidad, aunque reconoce también que le hastiaba el procedimiento de tener que repetir cosas como alguien que lo hace desde un púlpito1. En tal sentido, recuerda que su admirado maestro solía soltarle este tipo de reflexiones: “es tiempo perdido para el que pueda escribir obras propias, preparar dos veces por semana un discurso sobre temas que están tratados en los libros de textos”.
José Ingenieros nos señala que el libro sobre las neurosis estaba destinado a estudiar las enfermedades de nuestros personajes históricos, dando, lógicamente, preferencia a la neurosis. Sentencia, en ese ingenioso prólogo, que al ilustre pensador nadie lo había superado hasta allí por su originalidad para aplicar la psiquiatría a la historia argentina.
Movido por el optimismo Ingenieros llega a afirmar que aquel libro abría nuevos caminos para la evolución científica de nuestro país. Con el mismo irrumpían métodos y orientaciones que transformaban la frenología en psiquiatría y la historia en sociología. Asimismo, el autor de El hombre mediocre, libro que estimuló a la juventud sudamericana a descubrir ideales propios, comentaría que a principios de 1911, Ramos Mejía le confió la tarea de efectuar una reedición mejorada de Las Neurosis suprimiendo la parte que trata de Rosas y su época. Es que Ramos como buen analista social que resultó ser con el tiempo, la rehizo a partir de efectuarle refutaciones, reformulaciones y añadirle nuevas conjeturas.
Lamentablemente Ingenieros, quien creía en el hombre racional pero si era eminentemente moral, se fue ese mismo año del país, a raíz de un acto que consideró de inmoralidad gubernativa e irrespetuoso para su dignidad de universitario, postergando así lamentablemente el cumplimiento de ese deseo.
Concretamente sobre el contenido de dicho libro, Ingenieros afirma que algunos personajes históricos son estudiados con agudeza, pero, a veces, se fuerzan ciertos detalles para que encajen en la arquitectura básica de la obra. Así, “el diagnostico retrospectivo del delirio de las persecuciones del almirante Brown resulta exactísimo, evidente; no lo es menos el delirio alcohólico alucinatorio del fraile Aldao; el histerismo de Monteagudo podría ser muy bien inestabilidad mental; la melancolía del doctor Francia no resulta cabalmente demostrada”.
Asimismo, resalta el notable discípulo de Ramos Mejía que éste despotricaba contra la enseñanza libresca de los viejos profesores de medicina, que solía llamar ciencia de papel y luchó con ansias para que se impusiera la enseñanza clínica.
Vale como síntesis del afecto y respeto que sentía Ingenieros por su maestro, reproducir las sentidas palabras que escribió en el prólogo de Las Neurosis: tuvo Ramos la más grande generosidad que un joven podía anhelar: su intimidad intelectual, el consejo de su vasto saber, el ejemplo de sus virtudes austeras, el contagio de su intelectualismo antiburgués, el tesoro de su experiencia mundana, el ejemplo de su sencillez bondadosa y optimista.
Bibliografía
1. Felipe Pigna describe que “el propio Ramos Mejía creó la cátedra de Enfermedades Nerviosas que ejercía desde el Hospital San Roque que hoy lleva el nombre del autor de Las neurosis… En aquel centro médico instaló un moderno laboratorio y allí pasaba largas horas estudiando a los grandes autores de la psiquiatría y los casos particulares de sus pacientes” Ramos Mejía J. M., Estudio preliminar de Felipe Pigna, La neurosis de los hombres célebres en la historia argentina, Buenos Aires, Emecé, 2012, p.9
Roberto Di Giano (robaied@hotmail.com) es Sociólogo por la Universidad de Buenos Aires.