Los medios de comunicación se encargan de multiplicar la producción de verdades pseudocientíficas y la mayoría de las personas quedan sometidas a ellas
Porque amamos el canto auténtico… odiamos y repudiamos
el canto falso, el que consideramos como puro ruido de madera, como
cosa vacía, superflua, cosa en absoluto falto de sinceridad y ofensiva
(Tomás Carlyle, prólogo a La Divina Comedia).
El arte de simular los talentos no es para nada una tarea sencilla. Se requiere poseer ciertas habilidades para el arte dramático que, generalmente, se ponen en juego con todo su esplendor cuando se persiguen determinados fines políticos y/o económicos.
Asimismo, este tipo las personas que han adquirido poder en determinadas esferas de la sociedad, se nutren de una variada gama de colaboradores: amigos avispados, sugeridores de triquiñuelas, astutos empresarios capaces de llevar a cabo todo tipo de negocios.
Dichos adláteres concurren, cada uno con sus aptitudes, a ensanchar la personalidad del gran simulador (sea el mismo un dirigente político, económico o deportivo) quien logra exhibir así una visibilidad bien marcada que acompaña con poses y gestos bien estudiados.
Además del importante papel que desempeñan los contactos personales directos, cuentan dichos actores que viven representado un comportamiento donde se les nota la falta de autenticidad si se los observa atentamente, con la cooperación presta de los medios de comunicación que moldean, en buena medida, a la opinión pública.
Al respecto, señala el médico alienista argentino, José María Ramos Mejía, que las élites tienen a su favor medios de prensa poderosos y explica así las ventajas: El diario reduce de un modo extraordinario el radio de acción del espíritu, por eso triunfa a menudo. El lector…. muéstrase por lo general poco exigente, impresionista, admirador del artificio sensacional del título; es también y sobre todo un visual que sólo pide la emoción fugaz.
Asimismo, los medios de comunicación se encargan de multiplicar la producción de verdades pseudocientíficas y la mayoría de las personas quedan sometidas a ellas. También en dichos medios se generan conceptos sin la profundidad psicológica necesaria que nos permita madurar como sociedad. Y así se ayuda a fabricar un tipo de persona que se difuma en la masa y responde a las sugestiones colectivas o al contagio imitativo.
Vale resaltar el contexto sociocultural en el que muchas personas se sirven de máscaras para ocultar su verdadera identidad. Signado por la emergencia de las multitudes, de características heterogéneas, impulsivas, versátiles, y que por momentos pierden capacidad crítica pudiendo de tal manera ser arrastrados, con relativa facilidad, hacia la fragmentación social y cultural (sabemos que los vínculos que se forjan en su seno son casi siempre transitorios). Y, a veces, ellas suelen congregar y otras dispersar). Además, por lo común, suelen guiarse por ilusiones más que por el apego a la verdad.
El fino analista social José Ingenieros, siempre con sus preocupaciones morales a cuestas, ha indagado en este marco las características de la impostura y la simulación, medios fraudulentos de lucha por la vida.
Afirma Ingenieros que el hombre mediocre falsea, simula una imagen, a diferencia de los que se apartan un poco de la sociedad, toman distancia para encontrarse con su soledad y sellar la singularidad que es capaz de forjar.
El individuo englobado en la masa renuncia, en una buena medida, a lo que es personal y se deja sugestionar por los demás.
Una preocupación inevitable es cuando las multitudes se encuentran muy opacadas, pues ellas poseen, según el criterio de Ramos Mejía, una función democrática importante: es el recurso y la fuerza de los actores anónimos que tienen una fuerte inclinación a fusionarse. Y asegura también que la vinculación moral que puede establecerse es más importante que la material.
A Sigmund Freud le queda claro que son los lazos afectivos los que articulan verdaderamente a los individuos. Una energía susceptible de ser comprendida bajo el concepto de amor, principal factor de civilización.
Específicamente sobre las multitudes, piensa el creador del psicoanálisis y autor de Psicología de las masas, que es influenciable y crédula. Pero mientras el nivel intelectual de la multitud aparece siempre muy inferior al individuo, su conducta moral puede tanto sobrepasar el nivel ético individual como descender muy debajo de él… El alma colectiva es capaz de dar vida a creaciones espirituales de un orden genial, como lo prueban… los cantos populares, el folklore.
Ingenieros da cuenta de una de las simulaciones más potentes y de vieja data: las elites del poder hacen pasar sus intereses particulares como si fueran verdaderos intereses del pueblo. Y lo logran mediante la educación. Así, las más íntimas tendencias y deseos son disimulados y sustituidos por otros que son del amo a quien se acostumbran a servir, concluye.
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Roberto Di Giano es Sociólogo, UBA
Porque amamos el canto auténtico… odiamos y repudiamos el canto falso, el que consideramos como puro ruido de madera, como cosa vacía, superflua, cosa en absoluto falto de sinceridad y ofensiva (Tomás Carlyle, prólogo a La Divina Comedia).
El arte de simular los talentos no es para nada una tarea sencilla. Se requiere poseer ciertas habilidades para el arte dramático que, generalmente, se ponen en juego con todo su esplendor cuando se persiguen determinados fines políticos y/o económicos.
Asimismo, este tipo las personas que han adquirido poder en determinadas esferas de la sociedad, se nutren de una variada gama de colaboradores: amigos avispados, sugeridores de triquiñuelas, astutos empresarios capaces de llevar a cabo todo tipo de negocios.
Dichos adláteres concurren, cada uno con sus aptitudes, a ensanchar la personalidad del gran simulador (sea el mismo un dirigente político, económico o deportivo) quien logra exhibir así una visibilidad bien marcada que acompaña con poses y gestos bien estudiados.
Además del importante papel que desempeñan los contactos personales directos, cuentan dichos actores que viven representado un comportamiento donde se les nota la falta de autenticidad si se los observa atentamente, con la cooperación presta de los medios de comunicación que moldean, en buena medida, a la opinión pública.
Al respecto, señala el médico alienista argentino, José María Ramos Mejía, que las élites tienen a su favor medios de prensa poderosos y explica así las ventajas: El diario reduce de un modo extraordinario el radio de acción del espíritu, por eso triunfa a menudo. El lector…. muéstrase por lo general poco exigente, impresionista, admirador del artificio sensacional del título; es también y sobre todo un visual que sólo pide la emoción fugaz.
Asimismo, los medios de comunicación se encargan de multiplicar la producción de verdades pseudocientíficas y la mayoría de las personas quedan sometidas a ellas. También en dichos medios se generan conceptos sin la profundidad psicológica necesaria que nos permita madurar como sociedad. Y así se ayuda a fabricar un tipo de persona que se difuma en la masa y responde a las sugestiones colectivas o al contagio imitativo.
Vale resaltar el contexto sociocultural en el que muchas personas se sirven de máscaras para ocultar su verdadera identidad. Signado por la emergencia de las multitudes, de características heterogéneas, impulsivas, versátiles, y que por momentos pierden capacidad crítica pudiendo de tal manera ser arrastrados, con relativa facilidad, hacia la fragmentación social y cultural (sabemos que los vínculos que se forjan en su seno son casi siempre transitorios). Y, a veces, ellas suelen congregar y otras dispersar). Además, por lo común, suelen guiarse por ilusiones más que por el apego a la verdad.
EL fino analista social José Ingenieros, siempre con sus preocupaciones morales a cuestas, ha indagado en este marco las características de la impostura y la simulación, medios fraudulentos de lucha por la vida.
Afirma Ingenieros que el hombre mediocre falsea, simula una imagen, a diferencia de los que se apartan un poco de la sociedad, toman distancia para encontrarse con su soledad y sellar la singularidad que es capaz de forjar.
El individuo englobado en la masa renuncia, en una buena medida, a lo que es personal y se deja sugestionar por los demás.
Una preocupación inevitable es cuando las multitudes se encuentran muy opacadas, pues ellas poseen, según el criterio de Ramos Mejía, una función democrática importante: es el recurso y la fuerza de los actores anónimos que tienen una fuerte inclinación a fusionarse. Y asegura también que la vinculación moral que puede establecerse es más importante que la material.
A Sigmund Freud le queda claro que son los lazos afectivos los que articulan verdaderamente a los individuos. Una energía susceptible de ser comprendida bajo el concepto de amor, principal factor de civilización.
Específicamente sobre las multitudes, piensa el creador del psicoanálisis y autor de Psicología de las masas, que es influenciable y crédula. Pero mientras el nivel intelectual de la multitud aparece siempre muy inferior al individuo, su conducta moral puede tanto sobrepasar el nivel ético individual como descender muy debajo de él… El alma colectiva es capaz de dar vida a creaciones espirituales de un orden genial, como lo prueban… los cantos populares, el folklore.
Ingenieros da cuenta de una de las simulaciones más potentes y de vieja data: las elites del poder hacen pasar sus intereses particulares como si fueran verdaderos intereses del pueblo. Y lo logran mediante la educación. Así, las más íntimas tendencias y deseos son disimulados y sustituidos por otros que son del amo a quien se acostumbran a servir, concluye.
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Roberto Di Giano es Sociólogo, UBA