Ingenieros construyó un sólido vínculo con el saber letrado que permitió estimular una formación integral de los estudiantes de medicina
Nació en Palermo, Italia, en 1877. Siendo muy pequeño vino con sus padres a radicarse en nuestro país. En la escuela encabezó algunas huelgas estudiantiles que fueron fortaleciendo su espíritu y explicando posteriores recorridos.
Inconformista, embistió contra el alto nivel de mentiras e hipocresía que se habían expandido en diversos ámbitos la sociedad argentina. Sobre todo contra la inmoralidad cristalizada en el orden político.
Lejos de prestarse a cualquier tipo de acomodo, José Ingenieros se recibió primero de farmacéutico y luego de médico, en base a una apreciable dosis de talento y perseverancia. Terminó especializándose en patologías nerviosas y mentales sin abandonar del todo sus posturas críticas anteriores, pero realizadas ahora con menos ferocidad. Así, fue adquiriendo mayores entonaciones científicas mientras trataba de distanciarse de las posturas oficiales y, en general, de todo dogmatismo.
Al mismo tiempo era cada vez más reconocido en los círculos literarios. Al igual que su maestro de vida, el médico psiquiatra José María Ramos Mejía, construyó un sólido vínculo con el saber letrado que permitió estimular una formación integral de los estudiantes de medicina. De tal manera, concretó numerosas y variadas publicaciones, y se convirtió en una pluma gravitante.
Entre los meses de abril y setiembre de 1897, Ingenieros junto a otro joven irreverente, el poeta cordobés Leopoldo Lugones, publican con un tono libertario y sin privarse a veces de injuriar, La Montaña, periódico socialista revolucionario. Al respecto, en el número que sale el 15 de agosto Ingenieros dice: la diputación y la senaduría son actualmente, en este país, el ideal de los abogadillos y literatos fracasados; ningún hombre de talento, ni siquiera relativo.
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Nació en Palermo, Italia, en 1877. Siendo muy pequeño vino con sus padres a radicarse en nuestro país. En la escuela encabezó algunas huelgas estudiantiles que fueron fortaleciendo su espíritu y explicando posteriores recorridos.
Inconformista, embistió contra el alto nivel de mentiras e hipocresía que se habían expandido en diversos ámbitos la sociedad argentina. Sobre todo contra la inmoralidad cristalizada en el orden político.
Lejos de prestarse a cualquier tipo de acomodo, José Ingenieros, se recibió primero de farmacéutico y luego de médico, en base a una apreciable dosis de talento y perseverancia. Terminó especializándose en patologías nerviosas y mentales sin abandonar del todo sus posturas críticas anteriores, pero realizadas ahora con menos ferocidad. Así, fue adquiriendo mayores entonaciones científicas mientras trataba de distanciarse de las posturas oficiales y, en general, de todo dogmatismo.
Al mismo tiempo era cada vez más reconocido en los círculos literarios. Al igual que su maestro de vida, el médico psiquiatra José María Ramos Mejía, construyó un sólido vínculo con el saber letrado que permitió estimular una formación integral de los estudiantes de medicina. De tal manera, concretó numerosas y variadas publicaciones, y se convirtió en una pluma gravitante.
Entre los meses de abril y setiembre de 1897, Ingenieros junto a otro joven irreverente, el poeta cordobés Leopoldo Lugones, publican con un tono libertario y sin privarse a veces de injuriar, La Montaña, periódico socialista revolucionario. Al respecto, en el número que sale el 15 de agosto Ingenieros dice: la diputación y la senaduría son actualmente, en este país, el ideal de los abogadillos y literatos fracasados; ningún hombre de talento, ni siquiera relativo.
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Roberto Di Giano es Sociólogo, UBA
robaied@hotmail.com