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Actividad Física y Salud

16.05.2016
España
ESP |

Fibromialgia: el 'dolor' de una deportista incomprendida

Esta es una reflexión sobre la incomprensión que sufren las personas con fibromialgia, que aún no recibe el título de enfermedad sino de síndrome
Kayak en Menorca
En bicicleta de montaña

Soy una persona diagnosticada de fibromialgia, y como la mayoría de las personas que padecen sus síntomas… “incomprendida”.

Lo más duro de ser una persona con fibromialgia, no es tener fibromialgia en sí, sino el no saber explicar a los demás que tienes una dolencia llamada fibromialgia.

Como ya saben, la fibromialgia se considera tan solo como un “síndrome”, al no haber una prueba médica, una radiografía, unos análisis o un termómetro que diga que una persona tiene esas dolencias como en el resto de enfermedades.

La gente se siente mal cuando un día le duele algo y se le viene el mundo encima. El dolor es un mal al que el ser humano nunca se acostumbra, por mucho que pasen los años. La hipoteca es un mal al que no se acostumbra el bolsillo, por mucho que pasen los meses. La política es una dolencia a la que no se acostumbra un país por mucho que pasen los días. La fibromialgia es un dolor constante, segundo a segundo, en el cuerpo de la persona que lo padece, tan solo equivalente a la sensación permanente de haber terminado de correr una maratón el minuto anterior.

Los estudios nos hablan de mala alimentación, de exceso de deporte, de exceso de responsabilidad, de que un alto porcentaje de esas dolencias está provocado por la mente… y todo eso está muy bien, pero aun siendo conscientes de ellos, aun cambiando los hábitos de alimentación, aun reduciendo ese exceso de deporte, los dolores siguen, y la lucha constante por no tener dolor al menos un minuto al día… esa es la lucha diaria de una persona con fibromialgia.

Las personas que sufrimos estos síntomas, que llevamos años con dolor y que tras haber visitado a numerosos especialistas no hemos conseguido que nuestros dolores desaparezcan, suele coincidir que somos personas con un sentido del humor y unos ánimos que a nadie hacen pensar que podamos estar viviendo un dolor constante. En mi caso, que sea consciente de ello, llevo desde el año 2002 con dolores permanentes de espalda y de cuerpo, soy una deportista nata, mi pasión son los deportes y la vida saludable. Soy feliz ayudando a los demás y nunca he dado la sensación de necesitar ayuda, por eso probablemente, cuando después de 10 años de dolores comuniqué mis dolencias a la gente que me quiere, nadie lo podía creer. Han pasado tres años desde que lo dije, desde que mi reumatólogo, mi médico de digestivo y el equipo de salud mental me estudian a fondo, desde que no pude más y en lugar de optar por pagarlo a gritos con mis pequeños alumnos durante las clases de educación física, decidí ponerme seriamente en las manos de los especialistas, aun sabiendo que nunca antes habían logrado nada más allá de decirme que no encontraban qué provocaba el dolor. Siempre bromeé con que en los momentos de dolor, estaba convencida de que si me clavara un cuchillo en la espalda, me anestesiaría ese dolor, imaginen lo que pasamos las personas como yo, y gran parte de nuestras vidas en silencio, hasta que lo sacas de verdad y esperas que los medicamentos ya se encarguen de todo. Pero pasan los días y eso no llega, con lo que sigues pensando por momentos en hacer la prueba de la anestesia…

Mi única salida siempre fue el deporte. En el momento en que esos dolores eran insoportables, salía a correr, cogía la bici o me subía una montaña. Eso no acababa con el dolor, pero agotaba a mi mente y así pensaba en otras cosas. No había sufrimiento en el deporte para mí, por lo que pude conseguir metas que parecen fuera del alcance de una mujer, pero que a mí me hicieron creer más en mí misma y en todo lo que puedo conseguir si me lo propongo.

El caso es que de momento sigo como estaba, pero convencida estoy de que pronto la ciencia dará con una solución para la gente que sufrimos esta enfermedad, síndrome o dolencia… llámese como quiera, pero con unos dolores que resultan inhumanos y que aún así lo único que consiguen en la gente que los padecemos es donar una sonrisa a los demás.

 

María García-Villaraco Casero
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