Desde la segunda mitad del siglo XIX, los escritores románticos y realistas comenzaron a ocuparse de fenómenos entonces nuevos como el deporte y la gimnasia, la educación de la mujer o la moda, el cinematógrafo y los inventos de toda suerte que comenzaban a aparecer entonces.
La escritora coruñesa Emilia Pardo Bazán, adelantada en todo y siempre atenta a las novedades más actuales, es un ejemplo de atención y defensa de la Educación Física y de lo que entonces se llamaban los sports. En sus innumerables colaboraciones en prensa y revistas se ocupó de estos temas, como ocurre en la serie de artículos que publicó en el diario levantino Las Provincias, bajo el titular Instantáneas.
No deja de tener gracia el título de la instantánea aparecida el 9 de junio de 1892: “Gimnasia… con la vista (los pelotaris)”, sobre el deporte de la pelota vasca. Doña Emilia empieza destacando las ventajas de este deporte entonces en boga que algunos evocaban: la razón higiénica. “Es -dicen- un juego griego; renovado de la antigüedad: con haberse puesto de moda, ganará mucho el vigor físico, base del perfeccionamiento moral, etc…”.Pero este razonamiento le parece gracioso aunque no le convence en absoluto: ¿Con que la afición a asistir a los frontones, desarrollará el vigor físico? Sí, desarrollará el de la docena y media de mocetones vizcaínos, ya bastante desarrollados anteriormente, que se disputan hoy el favor del público, ejerciendo de pelotaris. Por lo que hace al vigor físico de la gente que los contempla, no necesito decir a VV. que se quedará lo mismo que estaba. El ejercicio de sentarse en una silla y pasarse la tarde estirando la gaita por no perder lance del juego, o apostando rabiosamente un puñado de duros, no nos promete una generación de Alcides y de Milones de Crotona.
La escritora coruñesa está contra la asistencia a los frontones como espectáculo, pues le parece un deporte poco vistoso, nada estético y nada espectacular. Defiende, eso sí, su valor como deporte: Admito todo lo bueno que se diga del juego de pelota, como ejercicio de la juventud, y hace tiempo que los padres jesuitas, con muy buen acuerdo, lo imponen a sus alumnos: en los colegios de la Compañía es el sport favorito. Prefiere los toros, el teatro o el circo: la belleza de las gimnastas y acróbatas, sus lindos trajes, la humorística extravagancia y originales vestimentas de los clowns, la gallardía y destreza de los caballos, el arrojo sorprendente de los equilibristas, el chiste de las pantomimas, la variedad del espectáculo. Pero nada de todo esto encuentra nuestra escritora en el deporte de la pelota vasca: Gimnasia… higiénica… convenido; solo que, mientras los pelotaris lo hacen con los músculos, el espectador no lo hace más que con la vista.
El 17 de agosto del mismo año, aparece el artículo titulado “La educación del valor”, sobre una de las grandes preocupaciones de la escritora, la educación de los niños. Doña Emilia critica la tendencia a malcriar a los hijos con mimos y dulzura, suprimiendo los castigos corporales y la exigencia, para recomendar habituarlos al bodrio esparciata y al ejercicio incesante del vigor físico.
Se lamenta la cronista coruñesa de la supresión de una Escuela de Gimnasia pública, ubicada en la capital de España: Una escuela de gimnasia existía en Madrid, y las economías que por males de nuestros pecados también cogieron por banda al ministerio de Fomento, -cuyo presupuesto más bien debería aumentarse que disminuirse, porque es el ministerio de la cultura- acabaron con la escuela de gimnasia. Dicen algunos inteligentes que para tener la escuela montada sin la amplitud y la grandiosidad que requiere institución tan útil para la República, es preferible que se haya suprimido. Yo no opino así, porque al fin y al cabo, más vale algo que nada.
Pasa a continuación a hacer una defensa entusiasta de la Educación Física, como factor esencial y rama de la pedagogía científica más adelantada, defendiendo la existencia de maestros especialistas en una gimnasia concebida como juego y como actividad educativa, tal como ocurría en los países más avanzados de Europa, entre los que aduce Bélgica o Alemania.
En la última década del siglo XIX, la autora de Los Pazos de Ulloa defendía con pasión la necesidad de una Educación Física lúdica y sana, seria y científica, como parte esencial de la educación integral de los niños y jóvenes.