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Estudios Sociales

27.05.2017
Argentina
ESP |

La erosión de valiosas tradiciones en el fútbol argentino

Los agoreros aseguran que es imposible rescatar tradiciones valiosas de nuestro fútbol, conformando una fuerte tendencia que no cuestiona el statu quo.
Ya pasaron 17 años de aquel 24 de mayo de 2000 del caño de Riquelme a Yepes

"No comprende que, para ponerse en camino, es necesario tener nostalgia de algo"

Susanna Tamaro

 

Potentes ofensivas mediáticas maquilladas de modernidad han facilitado que determinados actores repitan a coro, una y mil veces, palabras huecas e irresponsables. Un círculo de dirigentes deportivos donde recalan empresarios, intermediarios y representantes de morales dudosas que aportan una mentalidad comercial cada vez más exacerbada y que convierten en negocio cualquier cosa a partir de su falta de escrúpulos. La irrupción de directores técnicos con planteos decididamente avaros que se habituaron a mostrar una imagen de hombres serios con el fin de ocultar su falta de atrevimiento. Un amplio grupo de jugadores que, al perder el sentido estético, tienen miedo al ridículo cuando se quedan solos con la pelota en los pies y no se arriesgan a jugar,  bloqueando así el afecto que sienten por su vocación. Aficionados que le conceden cada vez menos importancia a disfrutar del juego y a mantener el sentido crítico.

En ese panorama bastante desolador que describimos antes, hostil para los futbolistas que pretenden dar rienda suelta a la creatividad y moverse con dignidad (un concepto fuertemente relacionado con la ética), los agoreros del ámbito deportivo aseguran que es imposible volver atrás para rescatar cosas valiosas y provocativas cimentadas a lo largo del rico recorrido histórico de nuestro fútbol. Una cuestión que los que mandan no pueden tolerar porque necesitan convencer a los demás, en base a todo tipo de promesas, que todo tiempo futuro será mejor.

Ahora bien, digamos ahora que pese a los múltiples rasgos que la maquinaria cultural le impuso a la actividad, hay algunos componentes de la misma que resisten tozudamente y para no ser abatidos por tanta vulgaridad recurren a sus momentos explosivos de creatividad.

La propuesta principal en un campo minado de tiralevitas y oportunistas, es olvidar prontamente las formas anteriores, sean ellas buenas o malas, para poder reemplazarlas con mayor facilidad. La novedad en cuestiones tácticas (sostenidas en el esfuerzo físico y la ciega obediencia a planes previos, más que a una experiencia gozosa que conlleve el despliegue de jugadas bellas) fue sacralizada en nombre de una eficiencia que nos convirtió en hijos de la moda y nos volvió testigos privilegiados de la caída colectiva de la belleza.

Así, las innovaciones en la actividad –que incluyen tecnologías de avanzada- se imponen como una suerte de fatalidad, haciéndonos creer que no se puede hacer nada en contra de ello a riesgo de que se desmorone todo.

Las elites aprovechan la situación para venir con sus guadañas a podar las últimas particularidades de nuestra cultura futbolística desechadas por ellos como ineficaces. Así, logran que se conforme una fuerte tendencia que menosprecia la singularidad, la cual oficia de una cultura de la resistencia que cuestiona el statu quo.

Esta tendencia al conformismo con lo dado, da muestras del aplastamiento de la ética que se fue produciendo con los años. Sin embargo, quedan todavía aficionados optimistas que piensan que la ética va a resurgir de las cenizas, tarde o temprano. Son precisamente aquellos que conocen, más que nadie, los misterios del fútbol y de la vida, y que, por lo tanto, prescinden de las modas.

Vale expresar que ellos sostienen ese optimismo con cosas que suenan a viejas. Temporalmente ausentes pero que pueden emerger en cualquier momento porque un pasado virtuoso no se borra tan fácilmente.

 

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Roberto Di Giano es Sociólogo, UBA

Roberto Di Giano
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