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Estudios Sociales

02.11.2020
Argentina
ESP |

Los mitos que nos llevan a la frustración

Yrigoyen fue el primer presidente constitucional elegido por el voto secreto y obligatorio de los varones
Antes de ser elegido presidente por medio del voto popular, Hipólito Yrigoyen lideró una revolución armada en 1905, pero fracasó
Una idea muy fuerte que puso en circulación el historiador, militar y político Bartolomé Mitre, fue la de excepcionalidad argentina. Fijó así, imaginariamente, nuestra superioridad moral e intelectual como pueblo, y de allí se deriva un destino manifiesto, con una tarea trascendente a cumplir. El destino, obviamente, será crecer con la ambición de ser los mejores del mundo. Y siempre, vaya a saber porque razones, nos vamos a merecer más de lo que logramos.
Es un relato atractivo al servicio del orgullo nacional. Su visión es la que triunfó y se generalizó, ya que a muchos argentinos les ha gustado reconocerse en dicho relato. Ocurre que nos ilusionamos fácilmente con las ideas lisonjeras.
Como las apuestas que nos planteamos son enormes, tarde o temprano, ellas terminan en un fracaso. Las ilusiones se rompen y queda claro, entonces, que las esperanzas no tenían muchos fundamentos.
En 1930, al presidente constitucional, Hipólito Yrigoyen, se le adjudicó masivamente un mal manejo frente a los efectos de la grave crisis mundial de entonces. Pero casi nada al mal habido sistema institucional ni a los entusiasmos erróneos provocados por los imaginarios que se conformaran.
Tanto es así que Yrigoyen, antes de ser elegido presidente por medio del voto, pretendió subir al poder por medio de una revolución armada, pero fracasó. Tal como la que organizó con el radicalismo en 1905, liderada por su persona. Es que era asumir en condiciones desventajosas ya que los principales resortes del poder estaban en manos de grupos privilegiados quienes llevaban a cabo, sin cortapisas, las típicas injusticias de las sociedades capitalistas.
Yrigoyen, es remitido a la isla Martín García por “los honorables salvadores de la patria” luego de que lo derrocaran. La historiadora Hebe Clementi (1987)  comenta que el líder popular “se lamentará en alguna ocasión de haber accedido a entrar en el juego eleccionario, perdiendo la facultad revolucionaria”. 
 
Referencia
Clementi, H. (1987). Prólogo. En: Hipólito Yrigoyen, Mi vida y mi doctrina. Buenos Aires: Leviatán.
 
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Roberto Di Giano
robaied@hotmail.com
Sociólogo, UBA
Una idea muy fuerte que puso en circulación el historiador, militar y político Bartolomé Mitre, fue la de excepcionalidad argentina. Fijó así, imaginariamente, nuestra superioridad moral e intelectual como pueblo, y de allí se deriva un destino manifiesto, con una tarea trascendente a cumplir. El destino, obviamente, será crecer con la ambición de ser los mejores del mundo. Y siempre, vaya a saber porque razones, nos vamos a merecer más de lo que logramos.
Es un relato atractivo al servicio del orgullo nacional. Su visión es la que triunfó y se generalizó, ya que a muchos argentinos les ha gustado reconocerse en dicho relato. Ocurre que nos ilusionamos fácilmente con las ideas lisonjeras.
Como las apuestas que nos planteamos son enormes, tarde o temprano, ellas terminan en un fracaso. Las ilusiones se rompen y queda claro, entonces, que las esperanzas no tenían muchos fundamentos.
En 1930, al presidente constitucional, Hipólito Yrigoyen, se le adjudicó masivamente un mal manejo frente a los efectos de la grave crisis mundial de entonces. Pero casi nada al mal habido sistema institucional ni a los entusiasmos erróneos provocados por los imaginarios que se conformaran.
Tanto es así que Yrigoyen, antes de ser elegido presidente por medio del voto, pretendió subir al poder por medio de una revolución armada, pero fracasó. Tal como la que organizó con el radicalismo en 1905, liderada por su persona. Es que era asumir en condiciones desventajosas ya que los principales resortes del poder estaban en manos de grupos privilegiados quienes llevaban a cabo, sin cortapisas, las típicas injusticias de las sociedades capitalistas.
Yrigoyen, es remitido a la isla Martín García por “los honorables salvadores de la patria” luego de que lo derrocaran. La historiadora Hebe Clementi (1987)  comenta que el líder popular “se lamentará en alguna ocasión de haber accedido a entrar en el juego eleccionario, perdiendo la facultad revolucionaria”. 
 
Referencia
Clementi, H. (1987). Prólogo. En: Hipólito Yrigoyen, Mi vida y mi doctrina. Buenos Aires: Leviatán.
 
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Sociólogo, UBA
 
Roberto Di Giano
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