El que las hace las paga
(Aforismo en desuso en Argentina)
Claros y rotundos, dos grandes escritores definieron así a la democracia: Jorge Luis Borges dijo que era una superstición muy difundida. Y el premio nobel de literatura, José Saramago, expresó, sin cortapisas, que el esquema democrático lo promete todo, pero lo que te da con la mano derecha te lo quita con la izquierda.
Sabemos que la literatura y la ciencia no son para nada actividades lejanas pues la literatura ha contribuido a solucionar problemas científicos. Sin embargo, en el campo de las ciencias humanas y sociales no suelen irrumpir actores de prestigio que se animen a cuestionar rotundamente a la democracia como sistema. La han preservado en un estuche sagrado, de tal manera que la gente no se interrogue sobre las cualidades de este régimen, ni se cuestione si es posible superarlo imaginando un sistema de organización social mejor.
Es llamativo que pese a todas las decepciones históricas que han sufrido los ciudadanos “comunes y corrientes”, sigan manteniendo la ilusión de que participan en las decisiones importantes que toma el poder. A pesar de que los parlamentarios, inamovibles en sus cargos durante un plazo prefijado gracias a la impunidad que les otorga el voto, desvirtúen o contradigan los deseos de los electores en base al fuerte predominio que ejercen sobre ellos.
Específicamente en el ámbito futbolístico de nuestro país, tan fuertemente penetrado por políticos de diverso pelaje y una variada fauna de empresarios con pocos escrúpulos para hacer negocios de todo tipo, los directivos aprovechan para aplastar a la masa social de los clubes, escamoteándole cualquier papel de peso en la toma de decisiones.
Quienes mercantilizan nuestro fútbol y no poseen una vocación lúdica auténtica, muestran un flagrante desprecio hacia los hinchas y, a veces, ellos, en respuesta, muestran un malestar y una indiferencia generalizada. Es tal el nivel de arrogancia de los altos directivos de los clubes, siempre conniventes con aquellos que, desde hace años, mantienen sus garras en este fabuloso negocio, que les imposibilita asumir un mínimo de objetivos comunes con los socios que quedan cada vez más marginados de las instituciones.
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Roberto Di Giano es Sociólogo, UBA