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Fútbol

10.06.2017
Argentina
ESP |

El fútbol y las muertes consumadas en nombre del progreso

Si pretendemos disfrutar de una práctica cultural que fue lamentablemente dañada hasta convertirse en anodina, tendremos que rastrear lo que nos escondieron
Los Nº 10 que siempre fueron una fuente de orgullo y cohesión para los aficionados locales

A los aficionados argentinos, que lamentablemente quedaron privados de un horizonte estético propio, se les desvaneció la posibilidad de identificarse gratamente con sus formas culturales más queridas. Sólo les ha quedado la posibilidad de vivir una impostura, porque vibra una cuerda artificial en este tipo de construcciones culturales pergeñada, en los últimos años, por los actores más poderosos del medio.

Ellos decidieron seguir las huellas de los europeos sin conocer profundamente aquella cultura y dejaron que le superpusieran, por si acaso, un cierto color local. Evidentemente no se evaluó adecuadamente la calidad del híbrido que se conformó, ya que la actividad se volvió cada vez más errática,

Ahora bien, si pretendemos disfrutar un poco más de una práctica cultural que fue lamentablemente dañada hasta convertirse en anodina, tendremos que rastrear lo que nos escondieron aquellos sujetos que escalaron hasta los lugares de mayor privilegio en nuestro ámbito futbolístico. Hay que recuperar, luego de evaluarlos, los elementos que se fueron quedando por el camino y que valen la pena incorporarlos al presente.

Ello se ha hecho prioritario en un ambiente empobrecido por quienes además de embolsar mucho dinero tienen la capacidad para imponer su voluntad a los demás. Ambiente donde “la moral la dan por moneditas”, como le disparara arteramente a la sociedad de su época, Enrique Santos Discépolo.

Sabemos que las elites suelen apropiarse de elementos de la cultura popular, a veces para aplanarlos y otras para distorsionarlos a su antojo, y que cuentan con la estrecha cooperación de muchos medios de comunicación en donde el concepto de identidad sufrió un manoseo muy grande.

Ya que los valores morales no cumplen, en general, ninguna función inhibitoria ni restrictiva, se pagó un costo muy alto por querer ser como los otros, falseando la propia historia, tan rica en matices.

Uno de los principales objetivos de tan distinguido grupo de “civilizadores” que menospreciaron peligrosamente nuestra singularidad, consistió en anular las características de los Nº 10 que siempre fueron una fuente de orgullo y cohesión para los aficionados locales. Más concretamente apuntaron a hacerlos desaparecer de la mirada colectiva, mientras se generaban falsos optimismos edificando futuros sobre bases poco sólidas.

Un Nº 10 emblemático, en una época en que los aficionados empezaron a sentir la falta de placer en el juego, fue Juan Román Riquelme, quién mantuvo, pese a todo, en alto ese nivel de autenticidad que rige la lógica de lo popular. Estigmatizado por los agentes modernizadores de nuestro fútbol como un deportista lento, inconstante y de procederes muchas veces inexplicables, aunque desplegara, por momentos, fantasías y una gran eficacia. Para quienes conocen los misterios del juego, que lamentablemente son cada vez menos, fue un valor excepcional. Así, Tostao, figura sobresaliente de aquella selección fantástica que fue la de Brasil 1970, rescató de una manera tan poética las virtudes del gran estratega argentino que sus palabras fueron reproducidas en varios medios de comunicación sudamericanos que todavía se permiten enriquecer su vocabulario con algunas metáforas: “trata la bola con tanto cariño, que ella, apasionada y agradecida, con la humildad de un perro busca al 'crack' por toda la cancha para besar sus pies”.

 

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Roberto Di Giano es Sociólogo, UBA

Roberto Di Giano
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