Hace tres años moría Alfredo Di Stéfano. Su padre era un obrero que habitaba en Barracas, zona popular de la capital de Argentina y su madre era de origen francés. Alfredito nació en 1926 y se preparó como jugador practicando en los sectores populares. En 1945 fue reclutado por River Plate.
La “Saeta Rubia”, llamado así por sus veloces desplazamientos en el campo de juego con sus hermosos goles y por su cabellera al viento, jugó allí desde fines de los años cuarenta y comienzos de los cincuenta, cuando entusiasmaron al público argentino en compañía de José Manuel Moreno, de Adolfo Pedernera, de Angel Labruna, de Juan Carlos Muñoz y de Félix Lousteau, con la dirección de Carlos Peucelle, en los inolvidables triunfos de “la Máquina” de River Plate en todos los estadios de Argentina. Esa denominación la proyectó en su actuación en el cine, encarnando un héroe del Fútbol.
Enseguida, después de triunfar en Millonarios de Colombia, fue contratado en 1953 por el Real Madrid, donde logró la increíble hazaña de obtener cinco títulos de Campeones de Europa, además de los obtenidos en la liga española. En ese fabuloso conjunto, con Puskas, húngaro, Kopa, francés, así como Gento y Rial, españoles, entre otros extraordinarios jugadores, Di Stéfano destacaba en primer lugar por sus enormes capacidades físicas, estando a la punta del ataque para finalizar bellas jugadas y luego en el centro de la defensa para ayudar a sus compañeros en forma constante.
Su legendaria imagen de atleta del Fútbol no era inventada. Además de los entrenamientos con su equipo, se preparaba por su cuenta. El periodista y entrenador francés Gabriel Hanot relataba que en una ocasión asistió a un entrenamiento personal de Di Stéfano en un Estadio. Allí, ante un escaso público sorprendido, efectuó una sesión de dos horas de carreras variadas, con y sin balón, saltos diversos y ejercicios físicos, entremezclados con dominio absoluto del balón, tiros al arco de cabeza y pies, así como variados tipos de pases a un muro, a un ritmo tan elevado que dejó boquiabiertos a todos los presentes.
Este gigantesco jugador que recibió el Balón de Oro en 1957 y 1959, se ganó merecidamente su plaza entre los más destacados jugadores de Fútbol de la historia, tales que Pelé, Cruyff, Maradona y Messi, dado que su forma de practicar el juego fue enormemente avanzada para la época. En efecto, con un innato sentido táctico era capaz de ocupar todas las funciones sobre el terreno en forma competente, pues era un goleador excepcional, un creador de genio y un defensor intransigente, según él estimaba necesario para el bien del equipo.
En 1964 fue raptado durante tres días en Venezuela por una organización de liberación que deseaba explotar su enorme popularidad para dar a conocer sus reivindicaciones. Por fortuna, todo se solucionó sin consecuencias negativas.
A partir de 1967 inició una carrera de entrenador, pasando por Elche, Boca Juniors, Valencia, Real Madrid, Sporting de Lisboa, Rayo Vallecano, Castello y River Plate, dejando cada vez una imprenta de su amor del Fútbol.
En el año 2000, fue nominado Presidente de Honor del Real Madrid.
En 2007 sufrió un primer ataque cardíaco del que se recuperó hasta el momento de su ochenta y ocho aniversario en Julio de 2014, día en el que un segundo ataque lo condujo inexorablemente al final de su existencia.
Alfredo Di Stéfano irrigó los terrenos de Fútbol en los que actuó con sus incomparables dotes para iluminar el juego y deslumbrar a los espectadores. Sus enseñanzas prácticas deberían ser consideradas como ejemplos a seguir para construir el Fútbol del porvenir.
El Baloncesto posee en Estados Unidos, en Springfield, le “Hall of Fame”, el Salón de la Fama, dedicado a los que se han distinguido en ese deporte. Si en el Fútbol existiera una institución similar, la plaza que correspondería a Alfredo Di Stéfano sería preponderante.