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Nutrición

23.08.2015
España
ESP |

Calcio y actividad física

El calcio aparte de ser fundamental para la correcta salud y formación ósea, también tiene papel fundamental en la contracción muscular
El papel del calcio en el cuerpo

El calcio es el mineral más abundante de nuestro cuerpo, teniendo funciones muy importantes en la construcción y mantenimiento de huesos sanos, así como jugando un papel importante en la activación enzimática y en la regulación de la permeabilidad de las membranas celulares, siendo, además, preciso para la formación de los puentes cruzados de actina-miosina que hace que los músculos se contraigan.

Por tanto, no es de extrañar que un deportista que tenga una dieta deficitaria en este mineral pueda presentar calambres, debido a la pérdida de calcio desde el retículo sarcoplasmático, así como alteraciones de la función neuromuscular o reducción de la glucogenólisis.

En cuanto a la función de construcción y mantenimiento de la función ósea, debemos de tener presente que el aporte de calcio en la dieta es importante, pero que, el ejercicio físico aplica una función mecánica sobre el hueso que facilita su desarrollo y la deposición de sales de calcio, por lo que no es de extrañar que el ejercicio físico per se aumente la densidad mineral ósea.

Las actividades deportivas con un impacto fuerte, como la gimnasia o el voleibol, o las de un impacto medio como correr y hockey hierba, incrementan más la densidad mineral ósea que en deportistas que practican deportes sin impacto, como la natación, o mujeres sedentarias.

Sabemos que el deportista siempre debe de tener la mayor densidad mineral ósea posible, pues se ha correlacionado negativamente la tasas de lesiones del equipo nacional femenino de los Estados Unidos con la densidad mineral ósea.

Tampoco hemos de olvidar que el entorno hormonal juega un papel fundamental en la homeostasis del hueso, produciéndose una pérdida del mismo en mujeres cuando se dan niveles bajos de hormonas ováricas que, a su vez se relaciona con niveles bajos de biodisponibilidad de energía. Por tanto, no es de extrañar que los tres “componentes” citados, formen la llamada tríada de la mujer deportista: trastornos alimentarios, amenorrea y osteopenia.

Deberemos de tener en cuenta que la práctica deportiva no podrá prevenir la pérdida de masa ósea, aunque si se piensa que el entrenamiento de fuerte impacto (gimnasia) podría, aún así, compensar en cierto modo el impacto negativo de las alteraciones menstruales y la ingesta inadecuada de calcio sobre la masa y la densidad del hueso. La salud ósea de atletas amenorreicas dependerá de varios factores como la duración y la gravedad de las alteraciones menstruales, la densidad mineral ósea previa a la aparición de la amenorrea, el tipo de carga sobre el hueso que se da durante la actividad deportiva, el estado nutricional y el componente genético.

Dado que el contenido mineral óseo que se tiene en la época prepuberal determina el que se tiene con posterioridad, nos hace pensar que deberemos de asegurar un correcto balance energético, un aporte apropiado de calcio y un programa de actividad física que incluya impactos (sirva de ejemplo el típico entrenamiento de multisaltos, por ejemplo), para asegurar una buena salud ósea de los deportistas, especialmente en el caso de la mujer deportista.

Por tanto, no debemos de aportar suplementos de calcio a los deportistas que consigan cubrir las recomendaciones de 1000 mg/d y si, incluir ejercicios de impacto en sus rutinas de entrenamiento para asegurar una correcta densidad mineral ósea y prevenir posibles fracturas óseas. Sin embargo, habría que aumentar la ingesta, incluyendo si fuese necesaria la suplementación, en deportistas que presenten amenorrea. En dicho caso las recomendaciones deberán de subir a 1500 mg/d, pudiendo utilizar suplementos, mejor en dosis de 500 mg o menos, para maximizar su absorción. Además, los deportistas vegetarianos podrían tomar suplementos, pues aquellas personas que no toman leche ni productos lácteos, es difícil que consigan cubrir sus requerimientos.

En cualquier caso, nunca deberemos de sobrepasar los 2500 mg/d, que sería la ingesta máxima tolerable, y que podría dar lugar a sintomatología tal como estreñimiento, mala absorción de otros minerales (hierro, cinc y magnesio), cálculos renales, arritmia cardíaca o depósitos de calcio en los tejidos blandos.

Raúl Domínguez Herrera
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