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Estudios Sociales

07.01.2015
Argentina
ESP |

Clubes barriales y gimnasios en el escenario urbano: de la comunidad al no lugar

La difusión acelerada de los gimnasios la década de 1990, nos permite orientarnos acerca de la significación de las prácticas corporales en nuestra sociedad.
Desde el Renacimiento se anuncia incesantemente la liberación del cuerpo, pero los procesos sociales concretos marchan en el camino de una descorporalización de las relaciones sociales

La comparación entre el club barrial (el club social y deportivo identificado con el barrio o la localidad donde funciona), y el moderno gimnasio privado y comercial, nos suministra algunas pautas para caracterizar a este último dentro de las históricamente cambiantes relaciones de las instalaciones deportivas con sus usuarios.

A la distancia, y en una época de crisis de los clubes barriales, reflejada, por ejemplo, en la película Luna de Avellaneda; resaltan las características comunitarias, vale decir, las relaciones de tipo comunidad promovidas por el club barrial, en contraste con las relaciones de tipo sociedad que predominan en el gimnasio.

El club barrial, tal como su denominación común lo indica, implicó tradicionalmente una fuerte identificación con el lugar al que pertenecía. Un gimnasio, por ejemplo, no pertenece a un lugar, está en un lugar, así como podría estar en otro. El club, en cambio, fue siempre una de las instituciones representativas del barrio o de la localidad. El vínculo entre los socios y usuarios del club, a pesar del mismo nombre socio, nunca se limitó a una relación de contractual de las que predominan en la tipología "sociedad", sino que implicaba un sentido de pertenencia comunitaria y de identidad compartida. De hecho cada club barrial está vinculado históricamente al momento formación o consolidación de ese barrio o esa localidad, a los movimientos migratorios e inmigratorios, a la cristalización de algún tipo de reconocimiento mutuo y de proyecto compartido (por ejemplo "el progreso del barrio"), entre los habitantes de esos nuevos barrios o localidades. Desde esta caracterización nos podemos preguntar hoy en día ¿qué implicaba, en los momentos de auge de los clubes barriales, "ir al club", y realizar prácticas deportivas o hacer gimnasia allí? ¿O qué implicaba, simplemente, "ser de un club"?

Se va a un gimnasio, pero se es de un club. Aquí, quizá, se resuma la diferencia que estamos señalando utilizando las categorías comunidad y sociedad. En el gimnasio comercial, que encarna el predominio de las segundas, la relación contractual-comercial entre el gimnasio y el usuario difícilmente es superada hacia otros sentidos que no tengan el fin instrumental previsto. Los usuarios son clientes, y como tales son interpelados constantemente. "No hay un modelo a seguir, sino caminos por donde encarrilar los requerimientos y las necesidades del cliente", decía un entrenador en una publicación especializada de la época, donde se verifica que los clientes son siempre sujetos individualizados, en este caso, con "requerimientos y necesidades" individuales. El gimnasio, entonces, se propone como un instrumento para un individuo.

Pero la misma caracterización del gimnasio como ámbito privado y comercial, y como ámbito en el que predominan las relaciones de tipo sociedad, nos lleva a relacionarlo con las nociones de lugar y no lugar de Marc Augé, las cuales se difundieron también en la década de 1990. "Si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad, ni como relacional ni como histórico, definirá un no lugar". A su vez los no lugares, que son espacios característicos de lo que Augé denomina "sobremodernidad", tienen también las características de ser espacios de circulación que sólo tienen que ver "con individuos (clientes, pasajeros, usuarios, oyentes), pero no están identificados, socializados ni localizados [...] más que a la entrada o a la salida".

El gimnasio es un espacio que no asume mayormente las características locales de la zona en donde se asienta. Es decir, responde a un modelo de cultura globalizada, y en este sentido mantiene rasgos en común con otros ámbitos como los shoppings, las estaciones de servicio, los locales de comida rápida. Utiliza además numerosas palabras del "inglés básico" de las tecnologías de la comunicación o del marketing que menciona Augé, como fitness, low impact, step, aerobic, gym, etc. Además en el marco de este modelo globalizado, cada gimnasio estructura su menú de variadísimas disciplinas desterritorializadas que puede incluir por ejemplo: "aeróbicas, papi fútbol, voley, modeladora, tae-kwon-do, karate-do, sauna-relax, máquinas neumáticas", o "fisicoculturismo, aerobic's-yoga, modeladora, gimnasia combinada, masajes, dietas, kung-fu".

A diferencia de un lugar tradicional de la modernidad, como un club precisamente, donde los miembros o concurrentes al mismo siempre compartían señas de identidad, el gimnasio contemporáneo sería un espacio de la sobremodernidad en donde no necesariamente se daría una "identidad relacional" o una sociabilidad en común. Este creemos que es el aspecto más problemático de la caracterización del gimnasio como no lugar. ¿Necesariamente no se da ningún tipo de "sociabilidad" y de "identidad relacional"? ¿Qué tipo de relaciones sociales, que tipo de "sociabilidad" se pueden dar o no dar, qué identidades sociales se pueden constituir en el ámbito de este tipo de gimnasios? Solo una etnografía detallada de los asistentes a los gimnasios podría dar cuenta de las características de las interacciones sociales en los gimnasios en la actualidad. Sin embargo, podemos pensar que de alguna manera, las determinaciones estructurales van a influir en el aspecto interaccional. En particular, podemos pensar que la forma en que el gimnasio interpela a sus clientes o potenciales clientes (lo que se debe a su carácter comercial), para contratar sus servicios ya delimita un lugar preciso, una marca que produce efectos.

Volviendo a la comparación, el club barrial aparece integrado en el relato del destino en común de un grupo de vecinos. ¿Pero qué historia, qué relato se podrá escribir en el gimnasio, además del que ya escribió tempranamente César Aira, La guerra de los gimnasios?

Eduardo Cartoccio
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