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Fisiología

22.04.2017
Cuba
ESP |

La importancia del hígado para el aseguramiento de la actividad física

El hígado constituye el principal centro de transformación y distribución de los nutrientes, siendo un rasgo fundamental su gran flexibilidad metabólica
Utilización de los monosacáridos por el hígado
Utilización de los aminoácidos por el hígado
Utilización de los ácidos grasos por el hígado

Introducción

El hígado humano, constituye el principal centro de transformación y distribución de los nutrientes incorporados al organismo, siendo un rasgo fundamental su gran flexibilidad metabólica, lo que le permite adecuar su fisiología en función de la mezcla nutritiva que a él llega desde el tubo digestivo. Tal órgano desempeña un papel imprescindible en el metabolismo de los glúcidos, lípidos y proteínas obtenidos mediante la dieta diaria, interviniendo además en distribución de los nutrientes a otros órganos de la estructura humana o en el almacenamiento de los mismos de forma regular en sus propias células, al tiempo que resulta indispensable para el mantenimiento de una adecuada composición del medio interno por sus funciones destoxificantes y homeostáticas.

Lo anterior destaca el papel del hígado como la más importante estación de distribución de nutrientes en el organismo humano, al regular no solo su calidad y cantidad, sino el ritmo requerido por las necesidades fisiológicas de los tejidos y órganos, por lo que desde el punto de vista adaptativo, contribuye a la conservación de un nivel constante en el actuar metabólico para el sostenimiento de toda actividad física.


Desarrollo

De hecho, existe una relación funcional íntima entre el sistema osteomioarticular, el hígado y el intestino delgado, este último provee la masa fundamental de monosacáridos que pasará al hígado, por lo que la mayor parte de la glucosa que llega a los hepatocitos es fosforilada a glucosa-6 fosfato por la hexoquinasa de las células hepáticas citadas y solo un tercio de la misma es vertida en sangre, pasando a establecer reservas de glúcidos en los propios músculos, que conjuntamente con las de carácter hepático aseguran los requerimientos energético en los esfuerzos intensos y de corta duración.

El equilibrio entre el glucógeno hepático y el de los músculos, constituyen un factor fundamental para la conservación de contenidos adecuados de glucosa en sangre, así si estos últimos realizan una actividad muy intensa al extremo de consumir su propia reserva de glucogénica, toman la citada glucosa sanguínea, siendo el déficit generado compensado por el hígado, de igual manera, si todas las necesidades energéticas se encuentran satisfechas y continúa en incremento la incorporación de hidratos de carbono vía tubo digestivo, nuevamente la respuesta hepática vuelve a ser compensatoria, aunque en esta ocasión los excesos de monosacáridos son dirigidos a la síntesis de reservas energéticas acumuladas en forma de grasas en el tejido adiposo.

Además, es conocido que la acumulación excesiva de lactato en el músculo, inactiva la fosforilasa y la fosfofructoquinasa (enzimas claves en el sendero glucolítico), de modo que si las cargas de trabajo intensas, se mantienen a nivel muscular, se ve seriamente disminuida la velocidad de la glucólisis en los miocitos, pero mucho menos a nivel de hepatocitos, por otro lado, el hígado incrementa sus posibilidades de recuperar la reserva energética fundamental para el esfuerzo físico: el glucógeno, especialmente en la etapa de descanso con restablecimiento de la glucosa mediante el ciclo de Cori (asociación metabólico entre músculo e hígado para a partir del lactato llevar a cabo la gluconeogénesis).

El lactato de los miocitos es transportado hasta el hígado, incorporándose a la ruta central de biosíntesis de hexosas, pudiendo ser suministrada nuevamente a los músculos para su utilización inmediata o almacenamiento en forma de glucógeno, siendo una condición interesante que la glucosa muscular no puede pasar al torrente sanguíneo a consecuencia de la carencia en estos de la glucosa-6-fosfatasa. 

Los aminoácidos en el hígado también adoptan diversas rutas metabólicas, parte de ellos pasan a la sangre y de ahí a los tejidos periféricos, siendo utilizados por otras células del soma en la síntesis de proteínas, otra fracción es especialmente utilizada para restablecer las baterías enzimáticas que participan en las reacciones que tienen lugar en este órgano o la constitución de proteínas plasmáticas, por su parte el suministro en exceso conlleva además de las transformaciones descritas, a que parte de ellas sean desanimadas y degradadas a piruvato y acetoacetato o intermediarios del ciclo de Krebs.

El hígado guarda además una relación especial con la grasa corporal y si bien, facilita la emulsión de la misma con los aportes de sales biliares, no toda la que se incorpora al organismo pasa por él, sin embargo, es capaz de reservar una pequeña fracción en su propia estructura, así como movilizar su consumo ante situaciones de estrés energéticos, por ser las mismas, las de mayor aporte de ATP, respecto a carbohidratos y proteínas, además de tener mayores posibilidades de almacenamiento respecto a las sustancias anteriormente citadas.

En la síntesis de triacilglicéridos, la glucosa no se encuentra restringida a la de simple combustible metabólico, sino que su degradación oxidativa por la ruta de los ácidos tricarboxílicos aporta el gliceraldehido-3-fosfato necesario para la síntesis de la porción glicérica de aquellos, mientras que parte del Acetil CoA, puede pasar a la biosíntesis de ácidos grasos y por la ruta del fosfogluconato y genera equivalentes de reducción (NADPH) que también intervienen en la producción de dichos ácidos grasos o su desaturación.

Los ácidos grasos transportados por las seroalbúminas hacia los músculos, son oxidados gradualmente a medida que se desarrolla el metabolismo basal o de reposo, consumiendo la fracción de dioxígeno durante este período, sin embargo si se pasa a una fase de ejercicio físico intenso y sobre todo de corta duración, ocurre la degradación de la glucosa proveniente principalmente del glucógeno muscular, hasta la formación de lactato con manifestación de una deuda de dioxígeno.

 

Conclusiones

El hígado y el tejido adiposo son los principales almacenadores, elaboradores y distribuidores de combustible metabólico, entre ambos se presenta una interconexión masiva y dinámica, regulada por diferentes factores, en especial los hormonales, que hacen posible el flujo constante de potenciales combustibles degradados localmente hacia el resto de los tejidos corporales, a pesar de la intermitencia o tendencia dietéticas de cada momento, asegurando la ejecución de actividades físicas y la vitalidad de los órganos humanos.

Damaris Hernández Gallardo
Ricardo Arencibia Moreno
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